Esta es mi historia.

Como muchos podréis imaginar, poder dedicarse por completo al arte y vivir de ello no ha sido un camino de rosas.

Comencé mis andaduras en el mundo del baile con tan solo tres años, con la suerte de haber tenido una madre artista, que se tuvo que debatir entre la música y la danza en su infancia, decidió dedicar su vida a la música y llevar a sus hijas desde pequeñas a un centro de danza.

Tras terminar la carrera oficial de Danza Española, me trasladé de ciudad en muchas ocasiones en busca de trabajo como maestra de baile, siempre pensando en costearme la vida como bailarina. En estos años me di cuenta de lo mucho que me gusta enseñar y transmitir conocimientos, dejando cada vez más de lado la necesidad de bailar en escenarios y priorizando mi formación como docente.

Con los años la necesidad de montar mi propio estudio de flamenco ya era insostenible. Soy una persona exigente, perfeccionista, inquieta, artística e independiente. Los ingredientes hablan por sí solos.

Sentía la obligación de crear un centro único en arte, sin dobleces ni aristas. Flamenco en todos los sentidos. Y poder enseñar y ver crecer a mis alumnos, que es lo que más me llena.

He pasado por varias escuelas a mi nombre, por muchísimas otras donde trabajaba por cuenta ajena, por todo tipo de danzas y por infinidad de actuaciones en los sitios más remotos. Pero lo que sí puedo decir con el tiempo y con mucha más claridad, es que todo lo malo y complicado del camino me ha hecho tener los pies muy duros y preparados para todo lo que he conseguido. He podido construir lo que realmente he querido piedra a piedra, y esto es de lo que más orgullosa me siento.